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El canto de Ana

Y Ana comenzó a orar así:

Mi corazón salta de alegría por el Señor,
mi fuerza reside en el Señor,
mi boca se ríe de mis rivales,
porque he disfrutado de tu ayuda.
Nadie es santo como el Señor,
nadie es fuerte como nuestro Dios,
porque no hay otro como tú.
No pronunciéis discursos altaneros,
arrojad la arrogancia de vuestras bocas,
porque el Señor es un Dios sabio
y evalúa todas las acciones.

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